Quizá muchos se pregunten el origen del fenómeno Lágrimas, el porqué esta Virgen que hace muy pocos años pasaba prácticamente desapercibida en una esquina de la Iglesia de San Juan enciende pasiones por las calles de Málaga. Esta Virgen que ha pasado de estar en casi 60 años en un sencillo e íntimo Rosario de la Aurora a rodearse de una muchedumbre que le aclama. Todo tiene un principio.
Hace mucho, mucho tiempo, a comienzo de la década de los 90, un artista con mayúsculas y a la par conocido e inquieto cofrade fusionado, José Miguel Moreno, cuyas exquisitas manos, con el más profundo cariño, habían vestido como nadie a la Virgen, empieza a susurrar en los oídos de un grupo de hermanos cantos de sirena de una empresa que por osada no dejaba de ser atrevida. Habían decidido que María Santísima de Lágrimas y Favores debía salir bajo palio por las calles de Málaga. Pero ese proyecto poseía un punto más de locura, la casa habría de iniciarse por el tejado, sería preciso conseguir todos los elementos secundarios antes que el propio trono. La idea, buscaba que en el momento en que se consiguiera el trono, la Virgen contara con todo su ajuar.
Los primeros escarceos consistieron en la compra de la pasamanería, las morilleras y borlones de oro fino para el palio. Se había iniciado un camino del que no había marcha atrás. El incipiente grupo decide empezar a abordar la orfebrería y toma una decisión de la que nunca habría de arrepentirse, escoge a unos jóvenes y todavía poco conocidos orfebres, los hermanos Rafael y José Manuel Marín.
El primer encargo fue una peana de procesión de orfebrería donde asentar a la Virgen y resaltarla en el trono. Ni que decir tiene que el diseño de esta y de todas las demás piezas que se sucederían iba a corresponder al lápiz alegre y tortuoso, valiente y atrevido de nuestro artista de cámara, José Miguel Moreno. El barroco, el lenguaje cofrade por excelencia, había sido escogido por Miguel en sus diseños para plasmar todas y cada una de las ideas que iban a llegar. Un estilo en el que la distancia más corta entre dos puntos es la línea curva y que hace de lo superfluo y lo exuberante una virtud, habría de ser el hilo conductor de toda la obra venidera. Conchas y rocallas, como surgidas del cercano mar iban a sucederse como versos interminables de un poema épico, el de la Virgen de Lágrimas y Favores. Así por fin, cuando la peana llega al taller de Miguel, improvisado y durante todos esos años, almacén y custodia de las piezas, el magnífico resultado sirve de estímulo y el grupo renueva su ilusión.
De forma inmediata se encargaron las barras dedicadas a sustentar el palio, con basamentos representando los misterios de la Virgen, y con nudos que atesoran un dechado de virtud. El sacrificio del grupo empieza a plasmarse en hechos.
Ferias y rifas, casetas, arroz y callos para cambiar por hojarascas, guirnaldas y rocallas. Y el grupo se amplió, las reuniones que se celebraban en la plaza del taller eran amenizadas con el tintineo de las monedas de un cerdito que nos incitaba a todos a aportar un donativo. Siempre había bocadillos que mitigaban el hambre y significaban una nueva ofrenda para Lágrimas. Y pelados, en aquella época muchos abandonamos nuestras respectivas peluquerías y el maestro cambiaba nuestros flequillos por bambalinas de plata. No había respiro y cuando un proyecto finalizaba otro veía la luz, y se encargaron ánforas de diferentes tamaños hasta un total de catorce, con un diseño fantástico e innovador donde las águilas de San Juan, con sus sienes ceñidas por coronas imperiales, hacían de increíbles asas.
La economía se ajustaba y en algunas ocasiones había dificultades para llegar a tiempo a los plazos establecidos, y era entonces, cuando venía Chico y mandaba saludos de su hermano desde la lejanía y la añoranza de su Málaga nazarena.
El grupo decide que la siguiente etapa sea acometer una candelería. No quería un tren de velas, y se encargan un total de 74 candelabros. Dos enormes faroles octogonales iban a ocupar el siguiente puesto en la relación de piezas ejecutadas. Su lugar, privilegiado a los lados de la Señora, resultaba paralelo a su magnifica ejecución, plasmando un diseño fantasioso en el que eran rematados con ángeles cincelados sustentando una corona. A imagen de estos dos grandes faroles, se realizaron otros dos más pequeños que ocuparían su lugar en el frontal del trono venidero. Y en el punto central de este frontal, un templete, guardián de una imagen de la una imagen de la Inmaculada Concepción como referencia en la proa de este bajel de plata.
En medio, calendarios y primitivas, que inundaban la casa una y otra vez de papeletas sin vender y de una hermosa imagen de la Virgen en mantilla. Y llegó la hora del penúltimo suspiro, la última tentativa antes de acometer el proyecto del trono en sí. La realización de los arbotantes traseros. Dos arabescos de luces que en sus bases, como una gigantesca talla, destacan las figuras de los cuatro evangelistas. Los tañidos de una campana marinera se oyeron por vez primera. La había traído nuestro hermano Martín. El trono de María Santísima de Lágrimas y Favores ya tenía campana. Y poco después se le encarga una marcha musical al conocido compositor Abel Moreno.
Quien iba a decir entonces que poco tiempo después, esa marcha, con la letra que escribiera nuestro hermano José Antonio iba a convertirse en un auténtico himno de la Virgen. El diseño del palio busca el remate sobre el terciopelo de una crestería sobredorada en oro fino, siendo estas piezas las que se acometen a continuación, encargándose este trabajo al orfebre Alejandro Borrero.
El catálogo de piezas había ido sumando y sumando. El tiempo también había ido transcurriendo, y el nerviosismo empezaba a aflorar, la empresa que quedaba por venir era desproporcionada para la economía general del grupo y las dudas asomaban tibiamente la cabeza. Dudas que a la vez que se acrecentaban se mezclaban con sentimientos absolutamente contrapuestos de admiración y de miedo al contemplar por vez primera los diseños del cajillo que Miguel nos enseñó, como tantas otras veces, para volver a engordar el baúl de las ilusiones.
De repente, una brisa fresca del otro lado del océano pero con sonido de verdiales y saetas, llega para poder hacer frente al trono. José Antonio Domínguez Bandera, con la inestimable mediación de su hermano Chico, decide plasmar su apoyo, otra vez más, para que el trono pudiera salir como inicialmente habíamos pensado. Eran como las habaneras, cantes de ida y vuelta, donde el teléfono alimentaba las ilusiones y los recuerdos de su tierra a una persona que por su profesión, había tenido que alejarse de Málaga, pero que tenía entre las fieles promesas del Rosario de la Aurora a su propia madre y se siente malagueño y cofrade por los cuatro costados.
¡Grande, que sea grande! Ese era el clamor generalizado en lo que podíamos opinar los que no diseñábamos. Y el trono se concibió con las medidas máximas que la puerta de San Juan permitía, aunque ello significara poner a prueba la pericia de mayordomos y capataces y que las paredes y los balcones rocen como una caricia el altar callejero de la Virgen. ¡Y con cuatro arbotantes, como se llevan en Málaga a los tronos de Virgen! El proyecto del trono incluía los arbotantes delanteros, en la misma línea que los traseros rematados por faroles. El cajillo, está rematado por cuatro capillas ochavadas en las esquinas donde se alojan cuatro arcángeles de talla, encargados al imaginero Miguel Ángel Domínguez Velázquez. El diseño incluye altorrelieves de madera policromada estofada en oro fino con cartelas representando a los titulares de la hermandad y otra cartela en el frontal con la Virgen, el Niño Jesús y San Juan Bautista, también niño.
El gran desafío comienza a realizarse en los talleres de los Hermanos Marín, empiezan a ejecutarse pieza tras pieza con el temor de que no se parezcan a los fantasiosos diseños. El miedo se va disipando poco a poco, los dibujos van tomando volumen y lo que eran trozos de metal van transformándose en fragmentos de arte cofrade, en lo que se va a convertir en un legado para la Señora y para el pueblo de Málaga.
Es entonces, cuando en una reunión con la cofradía se considera la posibilidad de que la Virgen, como la novia que va a la boda, pase por el maquillaje, y viaje al taller del imaginero que la concibió. Antonio Dubé debería restaurar los desperfectos y darle policromía antes de su definitiva puesta en escena El momento decisivo parecía cada vez más cerca. El grupo de hermanos decide proponer una salida extraordinaria para el estreno del trono y la propuesta no es mal vista desde el seno de la cofradía.
Y de repente llegaron las tinieblas. Los problemas de los hombres hacían ensombrecer el proyecto, y el desencanto empezó a aflorar. Las heridas tardaban en cicatrizar y los pasos se hacían cada vez más lentos. Reinaba el silencio, sólo el pausado y despacioso son de los lejanos golpes sobre el metal resonaban como el latido de un corazón moribundo.
Pero la Virgen hizo un guiño y reclamó lo que le habíamos prometido. Y como el agua que llega después de la sequía, la ilusión fue llenando las venas de todos los que perseveraban en el empeño, las mustias flores empezaban a erguirse. Mientras, desde la cofradía, el entonces hermano mayor que había visto el guiño de la Virgen, tendía un puente de plata que habría de cruzarse sin retorno. El Ave Fénix resurgía de sus cenizas con más fuerza que nunca. Nuestra ilusión iba a convertirse en realidad.
Además del trono, durante este largo periodo de años, otra gran sorpresa se iba a gestar; la realización de bordados para la Señora. Con la dirección de Miguel y la inestimable ayuda de Federico Palma, Juan Manuel y Miguel Ángel Maese, se dedicaron horas y horas de trabajo, de fijar y perder la vista enhebrando agujas para conseguir la ejecución de piezas que podrían ser la envidia de los mejores talleres de toda Andalucía.
Una toca sobremanto, bordada a realce en hilo de oro sobre una malla construida a mano, se realizó antes el asombro de los privilegiados que pudimos contemplarla ante nuestros ojos. Para vestir a la Virgen una saya sobre terciopelo rojo donde todas las técnicas del bordado iban a confluir para generar una obra de belleza sin igual. Las vistas del manto, sobre terciopelo verde, suponen una continuación en el bordado del armonioso conjunto de la saya. Y sobre la saya, una pequeña pieza, pero de exquisita realización, una cinturilla, como un delantal de hojillas de oro culminan el vestuario de la Señora.
¿Y el palio?, ¿Cómo iba a estrenar la Virgen el trono sin llevar bordados en el palio? Sobre un terciopelo verde, del mismo color que su manto, aparecen rocallas de oro fino, hojarascas que intiman con el barroco más extremo, en una sinfonía del bordado, en ambas caras de las bambalinas frontal y trasera del palio. Y en el techo de palio aparecen también bordados que rodean con una orla de oro fino, a una gloria, que representa la escena de la Anunciación de la Virgen, realizada en sedas de colores, donde la maestría del bordado alcanza la precisión de pincel. Poco después pudimos contemplar un cielo de oro sobre la corona de la virgen, y las bambalinas repletas de piezas conformando un conjunto armonioso y exquisito. El palio se había terminado.
Pero el ajuar para el estreno no acaba aquí, se encargó un puñal y una cruz pectoral, así como todos los aditamentos necesarios en la liturgia cofrade, incensarios y naveta para que el olor dulzón del incienso y la nube de humo que origina, se eleve hacia el cielo como una oración.
Y por último, la corona. El complemento ideal para una reina, una impresionante corona de plata dorada, que se realiza por los Hermanos Marín. El 3 de abril de 2004, en un acto que nunca olvidaremos, en la penumbra de la Iglesia de San Juan se presentó y entregó el Patrimonio de la Virgen de Lágrimas a la cofradía. Al día siguiente, 4 del 4 de 2004 se produjo la añorada salida. Todavía no habría de producirse por recorrido oficial, daba igual. En aquel Rosario de la Aurora, nuestros pies nunca tocaron el suelo y una sonrisa se había dibujado como mueca permanente en nuestro rostro. Es absolutamente imposible describir con palabras aquellas jornadas que nos marcaron para toda la vida.
Al poco tiempo, estábamos todos reunidos en la casa del que después fuera nuestro flamante fiscal. Tratábamos de decidir nuestro futuro. Aún nos encontrábamos en las postrimerías de la época estival, y la resaca de esta primera salida, en el que tenía que haber sido el último Rosario de la Aurora de Mª Santísima de Lágrimas nos había dejado flotando en una nube, sin capacidad alguna de respuesta. Había que dejar sentadas las bases de nuestra estación penitencial.
Partíamos de dos premisas, por un lado el Rosario de 2004 debía haber significado el último. Por otra parte después de esta salida todos habíamos quedado convencidos, incluidos los más escépticos, de que Lágrimas no podía salir el Miércoles Santo, que su día debía ser el Domingo de Ramos. Pero ahora se nos planteaba un dilema, esta convicción que ya había arraigado en todo el grupo debía hacer cuerpo también en la cofradía y sabíamos perfectamente que el entonces Hermano Mayor era partidario de que la salida en procesión debería hacerse el miércoles. Esta era también la opinión más arraigada dentro de la hermandad.
¿Pero, cómo transmitir este sentir del que estábamos profundamente convencidos? Decidimos que habría que exponer todas las razones que esgrimíamos para justificar nuestros argumentos, pero además pensamos que para que de alguna manera estuviesen obligados a escuchar, la exposición debería hacerse de tal manera que obligase a no interrumpir las alocuciones, pensándose en realizar una presentación utilizando medios técnicos esperando los resultados, si bien la desconfianza en el resultado era tónica general. Conseguimos una audiencia ante el sanedrín de la cofradía y en esa reunión se expusieron con suma claridad todos aquellos aspectos que habíamos considerado hacían absolutamente inviable que Lágrimas saliera el Miércoles Santo, aspectos logísticos, históricos, de crecimiento, etc. y además estaba la tradición que nos decía que el domingo era el único día en que se realizaba o había realizado culto externo a nuestra imagen. Pensábamos que si ya era tremendamente complicado controlar en la calle una cofradía con cuatro tronos, este esfuerzo se multiplicaría al pasar a cinco tronos, y además dos de ellos, tronos de virgen con lo que ello conlleva. Aunar los diferentes ritmos, cadencias en uno sólo ya se hace complicado con la actual manera de procesionar las Cofradías Fusionadas en el Miércoles Santo cuanto más si la Virgen de Lágrimas se incorporase al cortejo. Pensábamos además, que el hecho de diferenciarnos de día podría suponer un polo de expansión para la cofradía.
Por otra parte, la tradición, la única que conocía nuestra Virgen nos empujaba sin duda a mantener el domingo como única posibilidad para realizar la salida penitencial, este siempre había sido el único día en que la Virgen pisaba las calles en un acto litúrgico y así durante muchos años.
Quizás Ella abrió ciertos oídos, quizás la fe y el convencimiento que pusimos ayudaron, quizás desde arriba hubo alguna pequeña ayuda, el caso es que se nos abrió una posibilidad desde dentro de la cofradía. El primer obstáculo estaba salvado. Ahora quedaban largos recorridos hasta llegar a buen puerto. Lo que habíamos acordado debería plasmarse en los nuevos estatutos, debería aprobarse por el Obispado y ser la Agrupación de cofradías la que diera el beneplácito para que nuestra Virgen pudiera procesionar por Málaga dentro del recorrido oficial.
Los plazos no iban a ser tan cortos como creíamos, de hecho esa siguiente Semana Santa volvimos a realizar una salida en la mañana del Domingo de Ramos sin incluirnos aun en la dinámica agrupacionista, siempre además con problemas en los recorridos, contando con escaso tiempo para mantener a nuestra Virgen en la calle, pasando en suma más obstáculos de los previstos pero empezando a dejar en la calle un sello que nos ha ido acompañando hasta hoy día. Momentos como el paso por calle San Juan empezaban a convertirse en un clásico en nuestro escaso devenir, en espera de poder contar con las oficialidades pertinentes.
Nada fue fácil, conversaciones con el obispado, un seguimiento estrecho a la redacción de los nuevos estatutos y por fin en la cuaresma de 2006, con la nueva junta de gobierno dirigiendo ya los designios de nuestra corporación, llaga la decisiva junta de la agrupación donde debía otorgase el esperado placet. Los esfuerzos que nuestro Hermano Mayor, Eduardo, y su equipo habían realizado, intentaban empujar la balanza a nuestro favor. Recuerdo que esa noche, todos rondábamos las calles cercanas a la sede del máximo organismo cofrade, en algún bar del entorno apurábamos alguna bebida mitigando la espera. Al final unas llamadas telefónicas desde el interior constituyeron la válvula de escape a nuestras tensiones, habíamos sido admitidos tal y como queríamos dentro del Domingo de Ramos, y sin embargo nada había sido fácil, tan sólo un escaso puñado de votos había significado la diferencia entre el éxito y el fracaso. Nuestros estatutos habían incluido la salida en procesión en la tarde-noche del Domingo de Ramos, la agrupación nos había situado abriendo la tarde de ese día en un horario extraño donde debíamos discurrir con ligereza y a veces con parsimonia para convertirnos en un colchón entre cofradías.
Daba igual y la prueba de ello fue el maravilloso estreno por recorrido oficial y una bajada por calle carreterías como jamás haya visto yo hacer a cofradía alguna. Estaba claro que nuestra entrada no había dejado indiferente a nadie e incluso podía despertar ciertos recelos, de hecho el año siguiente tuvimos que renegociar el horario con las cofradías del domingo, el caso es que volvíamos a salir por la mañana contra nuestros deseos iniciales, y sin embargo estábamos dispuestos a adaptarnos a cualquier contratiempo, horario o adversidad. Quizás, decíamos, no esté en nuestra mano elegir tanto y sea Ella realmente la que decida.
El resto es historia conocida. Durante los siguientes años, la Virgen ha procesionado por la mañana, aunque conseguimos cambiar el itinerario pasando por los enclaves más bellos que Málaga posee, durante este tiempo se ha incrementado el patrimonio pero sobre todo se han ido engrosando las filas de nazarenos especialmente con jóvenes y niños augurando un porvenir seguro.
El paso del tiempo enseña a relativizar las cosas. Se entiende aunque no se comparta, la oposición a la entrada de la Virgen por recorrido oficial, o a que transcurriera en Domingo de Ramos. Y es este paso del tiempo, breve historia en definitiva pero intensa, el que hace comprender los estímulos que han supuesto esos obstáculos en el camino, que han labrado una forma de entender el procesionismo malagueño, una manera de ser que tiene particulares connotaciones, que impulsa la creatividad, que se recrea en el detalle, que ama lo clásico pero gusta de innovar. Ahora que hemos obtenido premios y galardones, que hemos visto a Lágrimas presidiendo el cartel de las cofradías hermanas de Domingo de Ramos, que hemos cruzado calle San Juan bajo un cielo de flores, podemos alcanzar a adivinar que nuestra Virgen, la de las pequeñas andas en el Rosario de la Aurora, la que hace de la danza desde su capilla de plata un arte suntuario, ha empezado a labrarse un hueco en el corazoncito de los malagueños.
Hace más de cinco años decíamos en la presentación del Patrimonio unas palabras que han resultado premonitorias. “Esto no es el final de un proyecto. Es el fin del principio. El principio de una época en la que la gente te conozca, Virgen discreta, y que Málaga entera admire, lo que el esfuerzo y el cariño de tus hijos ha conseguido. Amor y Arte en una simbiosis perfecta…. Virgen de Lágrimas y Favores.”